Decía Tagore en sus Pájaros
Perdidos que “la vida es un don que nos ganamos al dar”. Quizá esta frase
sea un bálsamo para millones de padres y madres que a lo largo de las últimas
generaciones han compaginado trabajo y familia. Trabajar es una necesidad, y
también un bien para la sociedad pero… ¿qué debería ser educar a un hijo?

Las pioneras en la conciliación
La incorporación de la mujer al entorno laboral ha traído
grandes cambios. Nuestras abuelas lo hicieron con paso firme y muchas veces con
estudios tardíos finalizados a base de empeño y afán de superación. Pues a
mediados de los 70, algo menos de cuatro millones de mujeres trabajaban en
España. Nuestras madres abriéndose paso con coraje, poniendo la mira en las
esferas directivas que, tímidamente, se fueron conquistando. Con una salvedad.
Muchas de quienes las ostentaron por valía propia debieron emular a los
varones, dejando la crianza de sus hijos a terceros o renunciando a ellos.
Adoptando estilos directivos masculinos y exigiendo a sus congéneres los mismos
sacrificios ¿Cómo sino se puede compaginar un trabajo exigente, en el que lo
damos todo, con las cargas familiares? Cuando leo a las altas directivas decir
que conciliar es sencillo, de entrada, desconfío. Y si investigo un poco lo
constato: siempre hay alguna renuncia porque lo cierto es que científicamente
es imposible estar en dos sitios a la vez.
Dice María Merino Bobillo en “La mujer en la transición y la
democracia” que la incorporación de la mujer al trabajo fue fuerte al principio
en mujeres jóvenes y sin hijos. Pero según indica esta investigadora, “desde
mediados de los 80, las mujeres de 25 a 49 años son las que más se han incorporado
y sin embargo las más jóvenes alargan la formación educativa ante la falta de
perspectivas laborales”. Y es que algo
va oscilando en torno a la mujer, el trabajo y la maternidad. Tenemos menos
hijos y más tarde, mujeres y hombres cada vez quieren involucrarse más en la
crianza. Pero las ayudas a la conciliación se basan en mecanismos y recursos
-aún insuficientes- para que alguien se haga cargo de nuestros hijos las horas
en que estamos trabajando. Algo falla en esta imposible ecuación que es conciliar
familia y trabajo.
Testimonios en la
blogosfera

En este sentido, iniciativas como #salpuntual del trabajo
del movimiento Mamiconcilia, la reivindicación de unos #horariosracionales por
parte de la asociación ARHOE, el surgimiento de la plataforma Conciliación Real
Ya o la apuesta por la igualdad en los permisos de maternidad y paternidad,
propugnado por PPIINA, son solo algunos ejemplos de que cuestiones que son un
clamor en la red en la realidad se traducen en diminutos avances.
Ampliar el permiso de
paternidad
Un buen ejemplo es el permiso de paternidad en España. Pocos
recordamos hoy que los varones disponían solo de tres días por nacimiento de
hijo hasta hace apenas ocho años. Fue la Ley de Igualdad de 2007 la que
estableció trece días a mayores a cargo de la seguridad social para los
padres. Y es que hay quien piensa, y
cada vez son más, que sin este tipo de medidas la mujer nunca podrá ser igual
al hombre en el entorno laboral, por razones obvias. Si no, que se lo digan a
la empresaria Mónica de Oriol, que recomendó públicamente evitar la
contratación de mujeres en edad fértil, y se vio obligada a renunciar
posteriormente a su cargo en el Círculo de Empresarios por la polémica
generada.

Quizá en este punto podríamos hablar del tema que realmente
es crucial y es ¿quién debe pagar los costes de los hijos? Y es que la sociedad
funciona porque todos ponemos algo de nuestra parte para contribuir al bien
común. Pero hace falta que seamos corresponsables también en la tarea de criar
o educar a los hijos. Y se eviten los deplorables casos de mobbing maternal o
acoso laboral por razones de embarazo o hijos a cargo que aún abundan.
La maternidad tardía también conlleva estas cosas. La
sobreprotección al bebé y la soledad que sienten muchas mujeres a la hora de
conjugar trabajo y familia hace que, en torno a un 40 por ciento, decidan
aparcar el trabajo para criar a sus hijos como recoge un informe del Instituto
de la Mujer y Comisiones Obreras.
También las dificultades para conciliar hacen que un 51 por ciento de
las mujeres que trabajan en nuestro país no tengan hijos.
Ingenio para
conciliar
Las corrientes en torno a la crianza cuentan con cada vez
más adeptas y adeptos. Las españolas quieren recuperar el derecho a criar y
educar en primera persona que se han dejado en el camino las pioneras en el
mercado laboral femenino. Ya no hay que asemejarse a un hombre para tener una
carrera profesional de éxito, porque son muchos los ejemplos de mujeres que
aportan un importante valor a las empresas. La verdadera conquista sería poder
elegir. Que quien quiera educar a sus hijos a través de un tercero pueda
hacerlo, pero quien desee involucrarse personalmente en la crianza y educación
no se vea obligado a renunciar a su carrera profesional. En un mundo donde los colegios no acaben a las
cinco de la tarde y los trabajadores a las ocho, quizá esto sería conjugable.
Donde los niños no tengan más de tres meses de vacaciones y los padres solo uno.
O donde los costes de delegar la educación a terceros (ludotecas, academias,
guarderías… ) fueran razonables y no tan dispares con el sueldo medio de los
trabajadores.
Entretanto los españoles y españolas con ansias de
conciliación suplen con el ingenio. Cuando reciben el horario escolar empiezan
las cábalas. Sobre el papel nada encaja, pero con la inestimable ayuda de los
abuelos acaba cuadrando cada fin de mes, contando unas cuantas comidas a cargo
del colchón familiar. ¿Cuánto ahorran los abuelos en su labor de cuidadores de
nietos a las familias? Tanto que los expertos han comenzado a hablar de “doble
dependencia”. Así lo afirman Nuria Badenes y María Teresa López en el artículo del
mismo nombre publicado en la revista
Ekaina, donde recogen un decálogo de principios que salvaguardar en torno a las
personas mayores.
Demasiadas patas para una mesa que nunca va a estar
equilibrada mientras cada una de ellas siga siendo desigual. Hablamos de
conciliar. Pero ¿dónde está la armonía perfecta entre ser responsables como
profesionales, como padres, como ciudadanos? Mientras no se pueda estar en dos
sitios a la vez, la única posibilidad de conciliar trabajo y familia está en
los tiempos. Y respetarlos o no implica un enorme pacto que depende solo de la
concienciación social, política y empresarial. No sé si estamos preparados para
ello mientras no sepamos ver el bien común y a la persona por encima de los
intereses particulares. Mientras los políticos sigan instrumentalizando las
medidas sociales, y tiren de maquillaje en lugar de empeñarse en cambiar las cosas.
O mientras el equilibrio entre las mujeres que deciden seguir trabajando fuera
y las que interrumpen su carrera para ser madres siga sosteniendo en pie una
sociedad en la que unos tienen sus derechos más salvaguardados que otros. Si
algún día alguien resuelve esta paradoja quizá la natalidad interrumpa su caída
libre, las madres y los padres corran solo para hacer ejercicio o seamos
personas más felices y realizadas. Tenemos un gran don, la cuestión es si
seremos capaces de compartirlo.