miércoles, 20 de julio de 2016

Conciliando en primera persona (mi voz hace 4 años)

Hoy me he encontrado casi por casualidad con un post de mi primer blog, que hoy yace algo abandonado, un proyecto en el que entonces me embarqué sin demasiadas pretensiones, como una mera bitácora personal.

Es bastante largo pero he pensado que quizá os enganche mi relato, mi voz hace cuatro años, con los niños pequeños, y otras perspectivas muy diferentes. Hoy veo un poco la luz al final del túnel, pero las perspectivas son similares. Espero que os guste:

La utopía de la conciliación

 30 de octubre de 2011 - 10:56 by Carmen Delia Díaz

En estos momentos no sé muy bien cómo definir la conciliación, pero escribo mientras mi hijo Guille gatea a mi alrededor y lo pone todo patas arriba. Me sentiría mejor si jugara con él, pero necesito sacar aunque sean cinco minutos para pelear por las cosas en las que creo, y de paso, intentar dejarle un mundo mejor.
ADVERTENCIA: este ensayo es muy largo, unas siete páginas. No se lo lea si no le interesa la conciliación, si no le interesa la problemática social de los hijos, si no quiere oír hablar de niños, colegios, guarderías, etc.
Yo y la sombra de mi hijo mayor
Hoy he entrado por segunda vez en un magnífico blog del País que os recomiendo: http://blogs.elpais.com/mamas-papas/ No conozco a sus autores pero ya he manifestado alguna vez que mi generación ha tenido que esperar a que algunos grandes periodistas tuvieran hijos -o tuvieran que ocuparse personalmente de ellos- para poder leer artículos como estos. Si los de mi quinta se han retrasado en la maternidad, en el sector periodístico ya ni te cuento. En el blog se reflejan un rosario de comentarios sobre cuál es el horario de cada mamá y papá trabajadores. La mayoría coinciden entre sí, y también con el mio, minuto arriba, segundo abajo. Por el medio hay quien se escandaliza de que un niño esté nueve horas en la guardería y hay también mamás directivas que curiosamente dicen que no debemos quejarnos de nada y que conciliar está chupado. Comentarios que sin duda resultan poco creíbles para una auténtica mamá, y me refiero a la que atiende directamente a sus hijos, no a quien tiene una empleada interna 24 horas al día que hace bondadosamente el papel de madre para otros niños.
Para pensar en cómo era una madre de antes, aplicado a mi familia, tendría que remontarme hasta mi bisabuela. Esto viene al caso de que algunos de los "comentadores" del blog dicen que la vida de las mujeres fue así siempre y que antes no se quejaban. El comentario tiene tela pero me hace reflexionar... realmente la lectura que saca quien lee a quienes hablamos de conciliación es que nos estamos quejando... ¿nos estamos quejando?
Es posible que el cansancio, la realidad que nos rodea o las dificultades para hacer compatible tener una familia con trabajar hagan que parezca que nos quejamos. Y es que quienes no tienen hijos creen que los padres nos quejamos de vicio... "no haberlos tenido" me han dicho más de una vez. Qué fuerte! he pensado, que alguien a quien mi hijo va a pagar la pensión de jubilación diga esto mientras "se va de rositas" eligiendo renunciar a tener descendencia. El mundo es libre y cada uno decide, nada es mejor ni peor, pero entonces todos tenemos derecho a quejarnos.
Personalmente creo que la conciliación es una utopía. Es imposible dedicar tiempo a dos cosas a la vez. Si estás trabajando en casa no puedes estar cuidando de un niño, aunque ayudaría poder trabajar desde casa cuando tienes a un niño enfermo, sin duda, pero el caso es que al final el tiempo se divide en dos, un rato atiendes al niño, y un rato al trabajo, y así, al final, haces ambas cosas deficientemente. Si entramos en detalles sobre los tipos de trabajo podemos sacar múltiples reflexiones. Evidentemente no es lo mismo una teleoperadora que un informático, o un abogado que una costurera. Yo trabajo en comunicación y marketing y realmente conciliar me resulta bastante difícil en un 50 por ciento de los días, e imposible un 25 por ciento, el restante 25 es llevadero. Esto es teoría, la práctica es que la mayoría de los días al salir de mi trabajo voy con los niños a cuestas atendiendo llamadas del móvil, tomando notas, hablando por el manos libres con clientes que de vez en cuando oyen un berrinche de uno de mis hijos, trato de comer algo mientras respondo mails desde la blackberry, y todo ello sin olvidar que el bebé necesita un disfraz de halloween para el viernes, o que el mayor tiene que llevar una calabaza decorada al colegio. Me resulta imposible cuando tengo que trabajar por las tardes porque tengo un evento, una reunión o alguna gestión del trabajo, lo que es totalmente incompatible con atender a los niños por lo que tengo que buscar rápidamente a alguien para que se quede con ellos, algunas veces sabiéndolo en el mismo día. 
Acabo de darme cuenta de que ni he mencionado a mi marido, la verdad es que sólo estoy hablando de mi parte de trabajo en casa, pero somos un equipo y el día que uno no puede colaborar para el otro es absolutamente agotador. Él también baña, hace cenas, prepara biberones, recorta sombreros para disfraces de chino en carnavales y va al súper, faltaría más. Lo que es cierto es que su horario de trabajo es más amplio, yo tengo reducción de jornada y trabajo -en la oficina- solo 6 horas, lo que me obliga a ser yo siempre la que llevo a los niños al colegio y los recojo.
Suelo decir que mis hijos son mi ONG. Me siento feliz de haber tomado la decisión de tenerlos y siento la responsabilidad de educarlos para que sean buenas personas y valiosos profesionales; esta es mi contribución a la sociedad. Pero hace tiempo que me he dado cuenta que no sirve de nada tratar de explicar a alguien que no tiene a nadie a su cargo que a la hora en que sale tu hijo del colegio te tienes que ir pitando. 
Cuando tenía 23 años salía a las 8 de la mañana de casa con un enorme bolso y me resultaba algo emocionante no saber cuál sería la hora de llegada. Durante alguna etapa corta también he estado pluriempleada y trabajado de 8 de la mañana a 12 de la noche, con una hora para comer. Correr para aquí, correr para allá. No me quejo, me encanta mi trabajo, he vivido experiencias increíbles, pero evidentemente ese ritmo no se puede aguantar toda la vida, y menos si decides tener hijos.
Hoy tengo 35 y dos hijos de 3 y 1 año. Mi reto es conciliar, ser eficaz, y la verdad es que hacer en 6 horas lo que hacías en 8 es fácil con un poco de organización y eliminando pérdidas de tiempo innecesarias. El correo en el móvil es un inventazo, entiendo que un cliente no entienda que se le tarde un día en responder a un mail, así que intento responder desde la blackberry a las cosas urgentes pero he aprendido a distinguir perfectamente lo inminente de lo que puede esperar a mañana. A pesar de todo veo que no soy igual de productiva que cuando tenía 23 años. Es imposible. Si surge un imprevisto que hay que resolver y es mi hora de salida yo me tengo que marchar. Si no salgo en hora no llego a recoger a los niños, no me da tiempo a comer, y voy a carreras toda la tarde hasta la hora en que sale mi marido que ya quedo un poco más disponible. Para mí, un problema gordo que surge al mediodía prácticamente tiene que esperar a las 6 de la tarde, trabajando en comunicación esto es un grave problema.
¿Cómo se podría resolver esta disminución temporal de la productividad? Desde mi punto de vista de dos únicos modos: con espíritu de equipo y con incentivos sociales. Se entiende que en un equipo de trabajo hay personas en diferentes circunstancias. Si hay respeto y cariño, todos lo hemos vivido, y unos pueden suplir a otros. Es verdad que es desigual, pero si se entienden los niños como una carga familiar, creo que no es tan grave, quizá la ley podría establecer algunas compensaciones, me parecería justo. Hace unos años me vi en esa situación. Junto con otra compañera, yo era la más joven de una empresa que en mi oficina tenía unos 16 trabajadores. Algunos tenían hijos pequeños, otros muchas más décadas de trabajo a sus espaldas, el caso es que cuando tocaba quedarse a acabar un proyecto al final nos tocaba siempre a los mismos. No tenía hijos en aquel momento pero os aseguro que siempre entendí a una compañera que tenía dos niños pequeños y trabajaba a destajo hasta la hora de salida y luego nos dejaba el resto a nosotros. También recuerdo a otra que salía corriendo a recoger a su hijo y se lo traía a la oficina. El pobre hacía los deberes en una de las mesas mientras su madre terminaba el proyecto. Me impresionaba el agobio de aquella madre que además estaba separada y no tenía a nadie en la ciudad que le echara una mano.
Pero como no se puede pretender que el espíritu de equipo lo vivan igual unas personas que otras, y enseguida hay quien se queja de la cara que tiene una mamá que se va a casa con sus hijos mientras otros acaban el trabajo, ahí entra la ley. En primer lugar debería equipararse un hijo pequeño a un familiar dependiente, puesto que un bebé es un ser con un grado de dependencia de un cien por cien. Esto es así guste o no guste. Nadie discute a una persona con su madre inválida en casa que tenga que irse en hora, nadie se molesta cuando paras el coche en doble fila y bajas a una persona mayor en silla de ruedas… pero si en lugar de eso bajas a un bebé te empiezan a pitar, haced la prueba. Al parecer, no se puede cargar a un adulto en silla de ruedas 3 manzanas, pero si tienes que dejar a un bebé en la guardería la gente –que no tiene hijos- cree que deberías buscar aparcamiento todos los días y caminar bajo la lluvia con 10 kilos encima, más la bolsa. 
Sería tan sencillo -en época de bonanza claro, no ahora en crisis que no hay dinero para nada- hacer una campaña de concienciación para que la gente entienda que un niño de hasta 5 años es un ser con un nivel de dependencia equiparable al de un adulto superdependiente. Necesita que se le alimente, se le vista, se le abrigue y se le lleve de un sitio a otro. Afortunamente el peso en kilos es menor que el de un adulto. Con una buena concienciación social ganaríamos bastante en conciliación los trabajadores, habría más solidaridad entre trabajadores y el equipo podría suplir durante unos años lo que durante esos años un papá o mamá no pueda dar en horas extras. Incluso se podrían establecer compensaciones, primando a las empresas que las den por ejemplo, y de forma que los compañeros las perciban en dinero o en días libres. 
A nivel social, desde luego creo que se debería prohibir por ley toda forma de discriminación por condición familiar. Prohibir la entrada a un menor a un local (hablo de cafeterías, hoteles, etc.) es discriminarle a él y a sus padres. Y esto además bastante increíble en una sociedad en la que no nacen niños para garantizar un crecimiento y el mantenimiento futuro de las infraestructuras básicas. Desde luego que hacen falta incentivos, si no, muy pocos darán el paso de tener hijos.
Pero además se necesitan incentivos sociales establecidos por los gobiernos. Se ha avanzado mucho en guarderías, pero lo cierto es que yo tengo que llevar a mi hijo a una que está en el otro extremo de la ciudad porque en mi zona abrieron una que sólo cubre una pequeña parte de la demanda, posteriormente abrieron otra privada pero que también está llena. Quienes no están en esta situación no lo saben pero, estando embarazada de sólo tres meses ya tuve que solicitar plaza para mi bebé a riesgo de quedarme sin ella, y como yo muchas personas. Cuando digo que hemos avanzado me refiero a que hay bastantes guarderías de nueva apertura y cubren un horario amplio, si uno se empeña consigue una de 8 a 18 horas por ejemplo, y con flexibilidad para recogerlo a una hora u otra. El problema está en los colegios.
En muchos centros se ha incorporado un servicio de guardería a primera hora, se conoce como madrugadores y facilita un montón la vida, aunque haya que pagarlo, claro. Entre otras cosas no se monta el lío que se monta de coches en los colegios porque los niños entran escalonadamente. Pero el problema está a la salida. Los niños salen en torno a las 17 horas, todos, excepto los que se quedan a actividades. A un niño de infantil no vas a dejarlo más de esa hora porque viene absolutamente roto, desde las 7 de la mañana que está en pie. Además, las extraescolares cuestan un dinero y tendrías que dejarlo siempre, no solo algunos días que por trabajo te venga bien. No conozco ningún colegio que tenga servicio de guardería a la salida, de modo que no tengas que llegar al colegio a las 17 horas clavadas, sino que puedas quedarte una hora más en el trabajo y recogerlo media hora más tarde, por ejemplo. Me produce verdadera ansiedad la salida del colegio de mi hijo, si me retraso diez minutos, sólo queda él, lo llevan a conserjería y te llaman por teléfono. ¿es esto compatible con un trabajo? Difícilmente, traten de explicárselo a su jefe…
Realmente pienso que debería haber algún mecanismo de apoyo social familiar que obligara a los centros privados y públicos a prestar servicio de guardería –madrugadores- y también a la hora de la salida. Podría entrar en detalles, pero sólo daré dos. Muchos colegios públicos, cuando un niño de 3 ó 4 años se hace pis, llaman a sus padres para que vengan a cambiarlo porque los profesores de infantil se niegan a hacerlo. Podría llegar a entenderlo, aunque me cuesta, pero se imaginan la cara de un empresario cuando un trabajadore pide abandonar su puesto durante una hora para ir a cambiar a su hijo, que se pasa una hora mojado esperando? Esto es una forma de maltrato infantil, y difícilmente los trabajadores deberíamos tener derecho a ello, pero entonces los colegios tendrían que hacerse cargo, por voluntad o por ley. El segundo detalle es el horario. Los niños de infantil salen en torno a las 12:30 -13:00 si van a comer a casa, y entran a las 15:00 para volver a salir a las 17 horas. Realmente, ¿son estos horarios compatibles con una madre o padre que trabaje? La respuesta es no. Lo que te obliga a pagar 100 euros al mes adicionales de comedor y además, de forma opcional, una actividad extraescolar de mediodía, para que el niño no se pase 2 horas vagando por las aulas vacías del colegio. Seguro que muchos expertos han estudiado el tema y propuesto soluciones legales para que se pueda hacer que los horarios escolares y los laborales vayan un poco más acordes. 
Por último se debería explicar a la sociedad que los progenitores que se acogen a una reducción de jornada por maternidad o paternidad no cobran las horas que no trabajan. Algunas veces me he sorprendido de que a la gente le parezca un abuso este derecho del trabajador, que además de tener un hijo a su cargo pasa a cobrar menos, aunque, afortunadamente, cotiza por sus 8 horas igualmente. Algo hemos avanzado con esta medida que es de gran apoyo.
Legislación, políticas de apoyo a la natalidad y a la familia y concienciación social. Tener hijos y criarlos educándolos como personas es un bien no sólo para sus padres sino también para la sociedad en su conjunto. Reconocimiento de los niños de hasta cinco años como superdependientes, no a efectos de cobrar ningún subsidio sino de derechos y ventajas sociales y de instar a la solidaridad. Mientras no veamos así el problema parecerá que seguimos quejándonos, y no buscando soluciones que dejen un mundo mejor a las generaciones venideras.

lunes, 21 de marzo de 2016

La paradoja de la imposible conciliación



Decía Tagore en sus Pájaros Perdidos que “la vida es un don que nos ganamos al dar”. Quizá esta frase sea un bálsamo para millones de padres y madres que a lo largo de las últimas generaciones han compaginado trabajo y familia. Trabajar es una necesidad, y también un bien para la sociedad pero… ¿qué debería ser educar a un hijo? 

Desde que internet revolucionó nuestras vidas han ido proliferando los blogs de maternidad, paternidad, educación y crianza. No todos dicen algo interesante pero muchos son un auténtico catecismo de la conciliación. Mujeres y hombres que desde que se levantan hasta que se acuestan dejan testimonio en las redes sociales de su cansancio, su angustia, su ilusión, sus logros, su trabajo, su maternidad o paternidad, etc. 

Las pioneras en la conciliación
La incorporación de la mujer al entorno laboral ha traído grandes cambios. Nuestras abuelas lo hicieron con paso firme y muchas veces con estudios tardíos finalizados a base de empeño y afán de superación. Pues a mediados de los 70, algo menos de cuatro millones de mujeres trabajaban en España. Nuestras madres abriéndose paso con coraje, poniendo la mira en las esferas directivas que, tímidamente, se fueron conquistando. Con una salvedad. Muchas de quienes las ostentaron por valía propia debieron emular a los varones, dejando la crianza de sus hijos a terceros o renunciando a ellos. Adoptando estilos directivos masculinos y exigiendo a sus congéneres los mismos sacrificios ¿Cómo sino se puede compaginar un trabajo exigente, en el que lo damos todo, con las cargas familiares? Cuando leo a las altas directivas decir que conciliar es sencillo, de entrada, desconfío. Y si investigo un poco lo constato: siempre hay alguna renuncia porque lo cierto es que científicamente es imposible estar en dos sitios a la vez. 

Dice María Merino Bobillo en “La mujer en la transición y la democracia” que la incorporación de la mujer al trabajo fue fuerte al principio en mujeres jóvenes y sin hijos. Pero según indica esta investigadora, “desde mediados de los 80, las mujeres de 25 a 49 años son las que más se han incorporado y sin embargo las más jóvenes alargan la formación educativa ante la falta de perspectivas laborales”.  Y es que algo va oscilando en torno a la mujer, el trabajo y la maternidad. Tenemos menos hijos y más tarde, mujeres y hombres cada vez quieren involucrarse más en la crianza. Pero las ayudas a la conciliación se basan en mecanismos y recursos -aún insuficientes- para que alguien se haga cargo de nuestros hijos las horas en que estamos trabajando. Algo falla en esta imposible ecuación que es conciliar familia y trabajo.

Testimonios en la blogosfera
Tímidamente en el mundo real pero sobre todo en la blogosfera están pegando muy fuerte, con miles y miles de seguidores, las opciones que promueven terceras vías para la conciliación. Hablamos de horarios racionales, teletrabajo, trabajo por objetivos, flexibilidad horaria, jornadas intensivas, bolsas de horas, excedencias para cuidado de hijos y, por supuesto, el autoempleo. Esta opción ha sido una salida real, tanto a la crisis como a la conciliación, para multitud de españoles.  Porque lo cierto es que permite una flexibilidad de horarios solo condicionada por las exigencias del cliente, ya no del jefe que solo considera que se trabaja mientras se está “calentando la silla”, sin atender a los objetivos logrados. 

En este sentido, iniciativas como #salpuntual del trabajo del movimiento Mamiconcilia, la reivindicación de unos #horariosracionales por parte de la asociación ARHOE, el surgimiento de la plataforma Conciliación Real Ya o la apuesta por la igualdad en los permisos de maternidad y paternidad, propugnado por PPIINA, son solo algunos ejemplos de que cuestiones que son un clamor en la red en la realidad se traducen en diminutos avances.

Ampliar el permiso de paternidad
Un buen ejemplo es el permiso de paternidad en España. Pocos recordamos hoy que los varones disponían solo de tres días por nacimiento de hijo hasta hace apenas ocho años. Fue la Ley de Igualdad de 2007 la que estableció trece días a mayores a cargo de la seguridad social para los padres.  Y es que hay quien piensa, y cada vez son más, que sin este tipo de medidas la mujer nunca podrá ser igual al hombre en el entorno laboral, por razones obvias. Si no, que se lo digan a la empresaria Mónica de Oriol, que recomendó públicamente evitar la contratación de mujeres en edad fértil, y se vio obligada a renunciar posteriormente a su cargo en el Círculo de Empresarios por la polémica generada. 

 En 2009, el Congreso acordó revisar de nuevo el permiso de paternidad en España y estudiar su aumento a cuatro semanas, pero los dos últimos gobiernos han congelado la medida por razones presupuestarias. La diputada Lourdes Ciuró, de CiU, justificó que la inversión al final ascedería a unos cuarenta millones. Pero lo cierto es que las medidas en favor de la mujer y la conciliación suelen acabar topándose con una misteriosa mano negra en cualquiera de las fases de su desarrollo. 

Quizá en este punto podríamos hablar del tema que realmente es crucial y es ¿quién debe pagar los costes de los hijos? Y es que la sociedad funciona porque todos ponemos algo de nuestra parte para contribuir al bien común. Pero hace falta que seamos corresponsables también en la tarea de criar o educar a los hijos. Y se eviten los deplorables casos de mobbing maternal o acoso laboral por razones de embarazo o hijos a cargo que aún abundan.

La maternidad tardía también conlleva estas cosas. La sobreprotección al bebé y la soledad que sienten muchas mujeres a la hora de conjugar trabajo y familia hace que, en torno a un 40 por ciento, decidan aparcar el trabajo para criar a sus hijos como recoge un informe del Instituto de la Mujer y Comisiones Obreras.  También las dificultades para conciliar hacen que un 51 por ciento de las mujeres que trabajan en nuestro país no tengan hijos. 

Ingenio para conciliar
Las corrientes en torno a la crianza cuentan con cada vez más adeptas y adeptos. Las españolas quieren recuperar el derecho a criar y educar en primera persona que se han dejado en el camino las pioneras en el mercado laboral femenino. Ya no hay que asemejarse a un hombre para tener una carrera profesional de éxito, porque son muchos los ejemplos de mujeres que aportan un importante valor a las empresas. La verdadera conquista sería poder elegir. Que quien quiera educar a sus hijos a través de un tercero pueda hacerlo, pero quien desee involucrarse personalmente en la crianza y educación no se vea obligado a renunciar a su carrera profesional.  En un mundo donde los colegios no acaben a las cinco de la tarde y los trabajadores a las ocho, quizá esto sería conjugable. Donde los niños no tengan más de tres meses de vacaciones y los padres solo uno. O donde los costes de delegar la educación a terceros (ludotecas, academias, guarderías… ) fueran razonables y no tan dispares con el sueldo medio de los trabajadores. 

Entretanto los españoles y españolas con ansias de conciliación suplen con el ingenio. Cuando reciben el horario escolar empiezan las cábalas. Sobre el papel nada encaja, pero con la inestimable ayuda de los abuelos acaba cuadrando cada fin de mes, contando unas cuantas comidas a cargo del colchón familiar. ¿Cuánto ahorran los abuelos en su labor de cuidadores de nietos a las familias? Tanto que los expertos han comenzado a hablar de “doble dependencia”. Así lo afirman Nuria Badenes y María Teresa López en el artículo del mismo nombre publicado en  la revista Ekaina, donde recogen un decálogo de principios que salvaguardar en torno a las personas mayores. 
 
Demasiadas patas para una mesa que nunca va a estar equilibrada mientras cada una de ellas siga siendo desigual. Hablamos de conciliar. Pero ¿dónde está la armonía perfecta entre ser responsables como profesionales, como padres, como ciudadanos? Mientras no se pueda estar en dos sitios a la vez, la única posibilidad de conciliar trabajo y familia está en los tiempos. Y respetarlos o no implica un enorme pacto que depende solo de la concienciación social, política y empresarial. No sé si estamos preparados para ello mientras no sepamos ver el bien común y a la persona por encima de los intereses particulares. Mientras los políticos sigan instrumentalizando las medidas sociales, y tiren de maquillaje en lugar de empeñarse en cambiar las cosas. O mientras el equilibrio entre las mujeres que deciden seguir trabajando fuera y las que interrumpen su carrera para ser madres siga sosteniendo en pie una sociedad en la que unos tienen sus derechos más salvaguardados que otros. Si algún día alguien resuelve esta paradoja quizá la natalidad interrumpa su caída libre, las madres y los padres corran solo para hacer ejercicio o seamos personas más felices y realizadas. Tenemos un gran don, la cuestión es si seremos capaces de compartirlo.

jueves, 18 de febrero de 2016

La pirámide demográfica y la conciliación

Sobre conciliación he oído y leído ya una buena cantidad de cosas. Desde el eminente experto que dice que para el impulso demográfico la conciliación no sirve de nada y lo que hay que hacer es repoblar con inmigrantes... ¿dónde quedan los derechos de las madres españolas?, se podría preguntar una. Hasta el político al que se le llena la boca pidiendo que las guarderías alarguen su horario hasta el infinito. Puede que algún día se enteren de que muchos padres no quieren basar su crianza en tener al niño 12 horas en un centro infantil, aunque para mí, como para mucha gente, este sector es un servicio necesario.

Ahora que se ha publicado la pirámide poblacional de Galicia todos hemos alucinado. Seguro que muchos recordáis como yo la clase de sociales de EGB, donde veíais aquellos gráficos en forma de triángulo. Pues bueno, eran tiempos de muchos nacimientos y también muchos fallecimientos. Hoy el panorama ha cambiado, y los expertos se llevan las manos a la cabeza porque no nacen niños, la esperanza de vida se ha alargado considerablemente y aquella enorme generación que nació en la postguerra española ahora es abuela o abuelo. Ya no hablamos de pirámide sino de lo que va camino de convertirse en un rombo.

En La Voz de Galicia de hoy recoge una tribuna de opinión del catedrático de sociología Antonio Izquierdo Escribano, en el que se analizan las causas de este cambio en la estructura poblacional gallega. Aunque sin citar la palabra conciliación, este experto habla del "desajuste entre el deseo de ser madre y las condiciones reales para serlo". Claro, todos sabemos que no es fácil hacer compatible una carrera profesional con la crianza y educación de un niño. Aborda el tema del segundo hijo, cuestión que pocas veces se toca, por cierto. "La fecundidad también se reduce porque quienes quieren tener más de un hijo no encuentran apoyo público para su buena cría". Aquí aludimos directamente al tema de las ayudas, sean fiscales, en infraestructuras o del tipo que sean, teniendo en cuenta cómo son los salarios, y especialmente los de las mujeres, en nuestro país.

El artículo sigue llegando a los remedios clave para esta sangría poblacional. "El remedio reside en apoyar a la mayoría de las mujeres", dice este sociólogo. Lo cierto es que muchas veces las ayudas públicas son solo para las rentas tan sumamente bajas que dejan fuera a un grueso número de padres y madres que tienen un nivel adquisitivo bastante bajo. Pero la mayor verdad llega en la mitad del artículo al expresar que las madres queremos compatibilizar trabajo y familia, y para ello hay que asegurar que a la maternidad "no le siga un despido laboral". Una triste realidad esta, que con la crisis se ha acentuado y que las autoridades que tanto lloran por nuestra demografía siguen sin inspeccionar ni sancionar en muchas ocasiones.

Algunas empresas -en Galicia los ejemplos aún son bastante tímidos- han ido haciéndose sensibles a la conciliación como un derecho para sus trabajadores y conscientes también de la dimensión social de estos programas. Pero queda mucho camino por andar, empezando porque nos escuchen a las mujeres y dejen de interpretar nuestra realidad por nosotras.